martes, 8 de marzo de 2033

El violín en el jazz

Aunque en el jazz tradicional de Nueva Orleans no era rara la presencia de violinistas, como herencia de la música europea de cafés, la suavidad de su sonido lo relegaba en la competencia con los demás instrumentos. Con todo, el italoamericano Joe Venuti fue el más famoso de los violinistas del jazz clásico, y su brillo refulgió durante décadas. Aún más larga vida disfrutó el mencionado Stephane Grapelli, que mezcló el gusto clásico con el sabor gitano de Django, creando el primer jazz europeo reconocido. Paralelamente, en Norteamérica, el trompetista Ray Nance tocaba ocasionalmente el violín en la orquesta de Duke Ellington, en pocas pero inolvidables interpretaciones. Y el que más enraizaba con el sonido genuinamente expresivo del jazz de la era del swing fue Stuff Smith, el primero que intentó reforzar el violín eléctricamente y creó su propio sonido al margen de la técnica tradicional, para horror de los violinistas clásicos. Nada que ver con las almibaradas orquestas de cuerda que al final de sus carreras, en la década de los cincuenta, tanto Charlie Parker como Billie Holliday buscaron para ganar una respetabilidad que les negaba una parte de la sociedad blanca americana de la época y que en absoluto necesitaban para pasar a la Historia de la Música con mayúsculas. En la década de los setenta un violinista francés de formación clásica, Jean Luc Ponty, electrificó definitivamente el instrumento, llevándolo a las fronteras de la fusión y el jazz-rock. Con posterioridad y aún sin llegar a convertirlo en un instrumento predominante en el jazz, muchos violinistas –bastantes de ellos europeos- han explorado distintos caminos de la expresión jazzística más o menos clásica e incluso rockera: Jerry Goodman, Zbigniew Seifert, Leroy Jenkins, Regina Carter, Nigel Kennedy….
Resulta difícil obtener grabaciones de muchos de ellos, pero podemos escuchar algunos de sus ecos en el concierto del
Ricardo Lewis cuarteto, aunque iluminados más allá de todo por el resplandor de la música afrocubana.

Argentina tuvo un gran violinista llamado Hernán Oliva (El violín del jazz)

Hernán Oliva (1913-1988) fue un violinista de jazz y tango. Nació el 4 de julio de 1913 en Valparaíso, Chile. Comenzó sus estudios de violín a los 8 años, en medio de una familia de no músicos, llegando a dominarlo rápidamente .

“Mi vida es simple y la puedo resumir así: yo, el violín y el violinista“. Bastó que Oliva, cuando chiquilín, escuchara un disco de Joe Venuti para que supiera cuál era su vocación.
“Mi madre Laura era una mujer chapada a la antigua y se dedicaba a las tareas de la casa. Aníbal, mi padre, era corredor de bolsa y aficionado a los burros (a las apuestas de carreras de caballos). Pero la vocación me la fomentó mi mamá, a quién le gustaba la música. El primer juguete que tuve fue un violín chiquitito, supongo que ahí empezó todo. Recuerdo que lo salvé de un incendio cuando se quemó nuestra casa”.
Hacia 1927 ingresó a la orquesta de Ernesto Lavagnino, y hacia 1935 cruzó a la provincia de Mendoza, Argentina. Se ofrece en Radio Cuyo, LV10, como intérprete de jazz, pero le piden que toque un tango que, sin saberlo, pintará su destino. Con el tango “Alma de bohemio” ( J.A. Caruso), consigue su primer trabajo. Trabajó pocos meses en la orquesta de la radio. Migró hacia Buenos Aires, donde Luis Lavagnino, hermano de Ernesto, le consiguió trabajo como acompañante de Betty Caruso y Fanny Loy, en Radio Belgrano. El 15 de septiembre ingresó a la orquesta de René Cóspito, haciendo los bailables de Radio Belgrano y el té en Gath y Cháves. En torno a 1940 pasó al grupo que tocaba en la boite La Chaumiere, con Enrique “Mono” Villegas en piano, David Washington en trompeta, y el inglés Phillips en saxo. “Para mí fue una escuela. Si uno no aprendía con Enrique Villegas, no aprendía más”. Al año siguiente pasó a la orquesta de Oscar Alemán. Disputas musicales y económicas terminaron con una reyerta, que los separó definitivamente. “Con Oscar Alemán la historia termina mal. ‘Estuve un tiempo en su orquesta, pero no lo aguanté. El embolsaba 6 mil pesos y nosotros $400. No podía ser. Nos agarramos a trompadas una noche en Punta del Este (Uruguay) porque se le ocurrió decir ante el público que él era lo más genial de la orquesta”.

En 1944 ingresó a trabajar con los Cotton Pickers de Ahmed Ratip. Luego con Tito Alberti y José Finkel formaron la Jazz Casino, debutando en 1951 en el club Villa Crespo, con Lorna Warren como cantante.De allí pasó al restaurante El Caballito Blanco, tocando lo que fuera. Según declaraba Oliva, la aparición del Club del Clan (programa de televisión de música beat) había desplazado al jazz como música bailable, y por lo tanto comercial. En 1958 se trepa a un barco que va a Nueva York. “Me hubiera gustado ir con más frecuencia a Estados Unidos, pero nunca viviría allí”.
“Los norteamericanos viven para ellos, es otra cosa, otra vida. Yo prefiero ésto, lógico”.

Para mí la música representa una válvula de escape. El violín requiere práctica constante porque la gente está esperando que uno se equivoque y no voy a darle el gusto. El mayor estímulo cuando toco, es que la gente me escuche, que no hable. Cuando toco no pienso en nada ni en nadie, pienso que las notas tienen que salir al aire con ideas nuevas. Un tema se desarrolla como un pescado o un pollo: hay que alimentarlo de una forma o de otra hasta que madure”. Su discos empiezan a recorrer el mundo, y como un secreto a voces comienza a hacerse conocido, En Holanda y Japón sostienen que Oliva es el mejor violinistade jazz del mundo. Boliches de la calle Corrientes, como “El Viejo Almacén”,“La Richmond”, “Jazz & Pop”, conocen la magia sobre las cuatro cuerdas. El tango es un sentimiento que se sacude en canciones como: Malena, El entrerriano, Amurado, Silbando… Mito García lo acompaña en piano. Soy músico de jazz y al jazz he consagrado mi vida y trato de tocarlo lo mejor posible”.
Los discos le dejan gratos elogios, pero Hernán tiene alma de bohemio. Una vez más, Hernán ha salido a encontrar la esperanza en cada calle. Luego de cada presentación en los bares, “pasa la gorra” y recauda la ganancia del día. Salia a beber a otro bar, a otro lugar, porque allí mismo donde tocaba, no lo dejaban, por temor a que no pudiera volver a tocar.
Pero cuando regresaba, tocaba aún mejor. Falleció en la madrugada del 17 de junio de 1988, a punto de cumplir 75 años. Apareció tirado en una vereda del barrio de Palermo,en la Capital Federal,
abrazado al estuche de su violín.